"Los primeros en ser invadidos... los últimos en ser dominados"
Como casi todos los latinoamericanos, tengo sangre europea corriendo por las venas. En mi caso, la mezcla más común del territorio argentino: italiana y española.
Haciendo homenaje a mi sangre española, me propuse escribir una reseña sobre el pueblo más bravo que el imperio romano haya tratado de conquistar jamás: Los Iberos.
Este pueblo, que recibió su nombre de los Griegos, estaba intensamente marcado por las características geográficas particulares de su tierra, al igual que hoy lo están sus descendientes. La Peninsula Iberica tan sólo se comunica con el resto de Europa por una franja ocupada, salvo en el litoral, por una gran cadena montañosa, Los Pirineos. Esto ocasiona que se dificulte el contacto con otras regiones europeas, ya que sólo se cuenta con dos pasos terrestres. Esta situación propicia el aislamiento geográfico que origino ese sentimiento de pertenecía propio de la tierra Ibera. Sus habitantes son mucho más dados al intercambio dentro de la Península, creándose relaciones mucho más extensas entre ellos debido a la dificultad de mantenerlas con los demás.
En el año 1100 a. c fue fundada por una expedición fenicia la ciudad de Gádir(Cádiz), a modo de colonia fenicia cercana al reino de Tartessos. Los fenicios fundaron esta ciudad con el propósito de que sirviera de puente entre las materias primas provistas por Tartessos a cambio de manufacturas y las metrópolis fenicias.
Tiempo más tarde los griegos, siguiendo los pasos de los fenicios, arriban en costas andaluzas llevándose incontables cantidades de plata, mineral abundante en aquellas costas, y dejando solo a cambio el primer nombre inmortal de España: Iberia.
Con objeto de evitar roces con los fenicios, lo griegos se limitaron al litoral este, fundando la ciudad de Emporión (Ampurias). Con el tiempo ambas presencias extranjeras (fenicia y griega) se funden, manteniendo a la Península Ibérica aun más distanciada del resto del continente.
Para agregar a eso, ni bien la decadencia fenicia en el territorio comienza a hacerse evidente, el lugar de estos últimos lo toma Cartago que, a partir del siglo VI a. c, afianzará su posición e incrementará su poder sobre España, gracias a que una flota etrusco-cartaginesa venció a los griegos en la batalla de Alalia en 535 a. c. dejando el comercio en manos púnicas. Aun así, el ejército púnico es derrotado por los griegos en la batalla de Hímera, donde los únicos mercenarios que no fueron tomados prisioneros fueron los iberos, quienes pasaron a formar parte del ejército mercenario griego.
Bajo el mando cartaginés, Gádir se desarrollará extendiendo influencia a través de todo el sur español. Donde nuevas localidades no fueron fundadas, fueron incorporadas las de origen griego. Por aquellos años Gádir controlaba el monopolio exclusivo del Garón (la salazón tan apreciada en Atenas) que se consumía en todo el Mediterráneo, y también el de la púrpura en el Mediterráneo occidental. Gádir conservaba a su vez el monopolio de la pesca y de las conservas, y fue en esta época de crecimiento pesquero cuando fueron descubiertas las Canarias, las Azores y Hannón el Navegante circunnavegó África. Los cartagineses introdujeron en España sus avanzadísimos sistemas de regadío, los cuales aun pueden ser vistos en la España contemporanea . Los cartagineses se encargaron de dividir el sureste de la península, dedicando cada área a la producción de un producto en particular, como los famosos campos de esparto de lo que después sería Cartagena, los cuales proveerían de cordelería a todo el mundo. Más allá de la gran cantidad de bienes producidos en España, la riqueza más grande se encontraba en la minería. La región cantaba con oro, plata, cobre y estaño en cantidades lo suficientemente grandes como para convertir a España en el país con mayores riquezas minerales del mundo antiguo, un auténtico tesoro que pronto entraría en disputa entre dos colosos.
La guerra contra Cartago era, para Roma, algo real y palpable, más cuando el cónsul Publio Cornelio Escipión, quien se disponía a marchar hacia España en contra de Anibal famosísimo general cartaginés, descubre que este ya se había dirigido hacia Italia.
El senado al comprender el estado en el que se encontraban las cosas decide enviarlo a España donde el ejercito de su hermano Cneo ya se encontraba guerreando contra las fuerzas de Anibal, a quien, por otro lado, el gobierno púnico se rehusaba a suplir con refuerzos.
Tras sofocar una rebelión turdetana Asdrubal acude en ayuda de su hermano, pero los hermanos Cneo y Publio lo interceptan y lo derrotan.
A pesar de esto, separando a los hermanos, los conduce a sendas emboscadas, dnde ambos mueren.
Los desesperados ciudadanos de Roma necesitan un héroe que los conduzca a la victoria: Publio Cornelio Escipión, el joven hijo del general muerto en España. La presión popular obliga al Senado a concederle el mando de las tropas que partirán hacia España, pero no le conceden ni un solo hombre para comandar. Es por esto que junto con los veteranos de la guerra italiana, recluta al ejército de inexpertos jóvenes que ansían defender su nación.
El conocido rigor del entrenamiento legionario los convertiría en la máquina de muerte que conformaban los soldados de infantería pesada, maquina que marcharía implacable hacia las mismísimas murallas de Cartagena. En una demostración magistral de habilidad como estratega Escipión comanda un ataque que rodea la ciudad, conquistándola.
Asdrúbal, que se dió cuenta inmediatamente de la importancia de la derrota, esperará a Escipión cerca de Baecula(Belen).
El ejército de Escipión acampa frente al de Asdrubal, con el aire oliendo a batalla.
Otra vez derrochando inventiva, el joven comandante despierta a sus soldados antes del alba, para comenzar una ofensiva en derredor de la ciudad. Los púnicos o tuvierno tiempo de reaccionar y en una cruenta batalla fueron derrotados, pero Asdrubal consiguió huir.
Aunque no por mucho tiempo, ya que, una noche, un jinete romano lanza por encima de la empalizada del campamento de Aníbal una bolsa que contiene la cabeza de su hermano Asdrúbal.
Mientras, Escipión completa la rápida conquista de la Iberia púnica, que a partir de ahora se llamará Hispania y salta a África en el último acto de la guerra. Los gobernantes púnicos, alarmados al ver a un ejército romano marchar contra sus fincas, llaman a Aníbal que regresa a Cartago con sus soldados púnicos y españoles y algunos galos, dejando a los demás galos y a todos los italianos abandonados en Italia. En Zama, Escipión, que cuenta con la mitad de soldados que Aníbal pero que ha atraido a su bando a los jinetes, vence brillantemente al gran Aníbal en el año 202 aC. Aníbal escapa de la batalla donde mueren casi todos los españoles defendiendo sus posiciones hasta el final. Roto para siempre el sueño de los Barca, roto para siempre el sueño de Cartago.
Bibliografia: "Los Iberos" por Jose I. LagosGran Enciclopedia Universal Espasa Calpe